Todos te dicen lo mismo. Eres demasiado joven, no tienes edad ni
experiencia. Deja de soñar y dedícate a lo que te toca. Ya habrá
tiempo. Pero ves, que subes de nivel y nivel y sigues encerrado en un
cuerpo más joven que tu razón. Se te comprime el alma, notas a cada
instante como quiere salir entre tus costillas. Y de verdad, que yo
la dejaría salir, dejaría que cumpliese sus sueños y los míos. Le
dejaría viajar a Inglaterra, a Tailandia, a Noruega y a Guinea. De
verdad que le dejaría que invadiese mis manos y escribiese una
novela con ellas, que pintase cuadros y calmara toda las pieles que
pudiera. Le dejaría mi boca para que aprendiese idiomas, recitase
poemas y experimentara con lenguas. Le prestaría mis piernas para
que corriese con ellas detrás de cada uno de los deseos que crearía
en mi sistema nervioso si así pudiera. Y cómo odio la tercera
persona del plural, que encierra mi alma, cada vez que asoma la
cabeza. Y es que cada vez soporto menos eso de la excusa de la edad.
Porque le edad no se mide en los años que llevamos a nuestras
espaldas, si no en los que nos quedan de vida. Y nadie sabe cuando
morirás, nadie tiene edad. No hay edad para el amor, no hay edad
para la creatividad, ni para regalar rosas, ni para gritar, ni para
cantar, ni para bailar, ni para comprar pan. No hay edad para soñar ni para cumplir lo
que soñamos. Porque al final, los “eres demasiado joven” siempre
acaban en un“ya no es el momento”. Y así no se puede, limitando
a las personas, retrasando cada día, hasta que sea el último y ya
no haya tiempo de hacer nada. El que quiere lo hace, el que no pone
excusas. Pero algo tengo claro, no voy a renunciar a mis sueños
simplemente porque ellos no se atrevieron a cumplir los suyos. Vivir
con miedo no es vivir, vivir con una lista de deseos a cumplir de los
cuales ninguno está tachado no es vivir, es una agonía, una bomba
en el pecho que amenaza con explotar a cada momento. Así que cojo y
salgo por la puerta, dispuesto a desgastar mis zapatillas de punta
blanca por las aceras del mundo que sueño, algún día se me quedará
pequeño.
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