domingo, 12 de agosto de 2012

No Hay Edad


 Todos te dicen lo mismo. Eres demasiado joven, no tienes edad ni experiencia. Deja de soñar y dedícate a lo que te toca. Ya habrá tiempo. Pero ves, que subes de nivel y nivel y sigues encerrado en un cuerpo más joven que tu razón. Se te comprime el alma, notas a cada instante como quiere salir entre tus costillas. Y de verdad, que yo la dejaría salir, dejaría que cumpliese sus sueños y los míos. Le dejaría viajar a Inglaterra, a Tailandia, a Noruega y a Guinea. De verdad que le dejaría que invadiese mis manos y escribiese una novela con ellas, que pintase cuadros y calmara toda las pieles que pudiera. Le dejaría mi boca para que aprendiese idiomas, recitase poemas y experimentara con lenguas. Le prestaría mis piernas para que corriese con ellas detrás de cada uno de los deseos que crearía en mi sistema nervioso si así pudiera. Y cómo odio la tercera persona del plural, que encierra mi alma, cada vez que asoma la cabeza. Y es que cada vez soporto menos eso de la excusa de la edad. Porque le edad no se mide en los años que llevamos a nuestras espaldas, si no en los que nos quedan de vida. Y nadie sabe cuando morirás, nadie tiene edad. No hay edad para el amor, no hay edad para la creatividad, ni para regalar rosas, ni para gritar, ni para cantar, ni para bailar, ni para comprar pan. No hay edad para soñar ni para cumplir lo que soñamos. Porque al final, los “eres demasiado joven” siempre acaban en un“ya no es el momento”. Y así no se puede, limitando a las personas, retrasando cada día, hasta que sea el último y ya no haya tiempo de hacer nada. El que quiere lo hace, el que no pone excusas. Pero algo tengo claro, no voy a renunciar a mis sueños simplemente porque ellos no se atrevieron a cumplir los suyos. Vivir con miedo no es vivir, vivir con una lista de deseos a cumplir de los cuales ninguno está tachado no es vivir, es una agonía, una bomba en el pecho que amenaza con explotar a cada momento. Así que cojo y salgo por la puerta, dispuesto a desgastar mis zapatillas de punta blanca por las aceras del mundo que sueño, algún día se me quedará pequeño.

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