viernes, 19 de julio de 2013

Los dioses no aman

Está arreciando una tormenta, como la última vez. Los sentidos se estimulan, piel de corral, se agrandan las pupilas para alumbrar un poco más la boca del lobo, que afina su garganta, en tono piel desgarrada. Estalla la séptima guerra mundial de mariposas en el estómago de un soldado que se rinde al credo. Ellos miran hacia el cielo y contemplan, la naturaleza está escribiendo otro poema. La egolatría de ese ser inventado a nuestra imagen y semejanza descubre el miedo. Zeus, protege El Olimpo aún a pesar de la muerte de un mortal a la mar arrido, sin sentido, sin importancia para el resto de ganado. Ganar,  ganar la batalla de titanes en nuestro propio cielo desangrándose, a cada rato, en cada tiesto, nunca fue molesto, ni portada de hospital, ni conversación de bar. El firmamento grita al cielo, no es motivo de testamento, no pertenece a ninguna raza, ni condado, ni calle, no es estado civil de nadie. Lamenta lo bajo del hecho de ser humano, los candados firmados de nuestra mente, y como canta el pueblo, las llaves al fondo del mar. La evolución nos miente, estamos condenados a este invento de ser impotente.


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